El presidente ruso, Vladimir Putin, volverá a mostrar un gesto corporal peculiar durante su esperado encuentro con Donald Trump, previsto para el 15 de agosto en una base militar estadounidense en Alaska. Como es habitual, Putin caminará con el brazo derecho rígido y pegado al cuerpo, un comportamiento que ha despertado curiosidad y especulación entre analistas y observadores internacionales.
La reunión entre ambos líderes se centrará principalmente en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Trump ha advertido que impondrá sanciones más severas si Moscú no pone fin a la guerra, y ha condicionado el futuro de los diálogos a la respuesta rusa en este primer encuentro.
Más allá del contenido político, el gesto corporal de Putin ha captado la atención de expertos. Aunque a primera vista podría parecer un signo de lesión o de una condición neurológica, la explicación más aceptada tiene raíces en su pasado como agente de la KGB, la agencia de inteligencia soviética. Durante sus 16 años en el servicio, los manuales de entrenamiento instruían a los agentes a mantener el brazo dominante pegado al cuerpo, listo para sacar un arma en caso de amenaza. Este patrón de marcha ha sido denominado por investigadores como “gunslinger’s gait” o “marcha del pistolero”.
Un estudio publicado en 2015 en el British Medical Journal, realizado por científicos de Portugal, Italia y Países Bajos, analizó este comportamiento y reforzó la hipótesis de su origen en el entrenamiento militar. El neurólogo Bastiaan Bloem, uno de los comentaristas del estudio, subrayó que, aunque inusual, la investigación ofrece una visión valiosa sobre la relación entre patrones motores y experiencias pasadas.
En definitiva, el gesto de Putin no sería un signo de debilidad física, sino un vestigio silencioso de su formación como espía. Este detalle corporal, aparentemente menor, revela cómo su pasado sigue influyendo en su imagen pública y en su manera de enfrentarse al mundo, incluso en momentos de alta tensión diplomática como el que se avecina con Trump.
