Lindsey Pierce, de 35 años, y su esposo Tim, de 34, residentes en Ohio (Estados Unidos), se convirtieron recientemente en padres de Thaddeus, un bebé nacido a partir de un embrión que llevaba congelado más de tres décadas. El embrión fue creado en 1994 por Linda Archerd, quien lo mantuvo criopreservado desde entonces tras someterse a una fecundación in vitro. En 2022, ya en la menopausia, decidió donar los tres embriones restantes a través del programa cristiano Snowflakes, especializado en la adopción de embriones.
La pareja, que llevaba siete años intentando concebir, recurrió a la clínica Rejoice Fertility en Tennessee. A través del programa, fueron emparejados con los embriones de Archerd, cumpliendo los criterios del programa: una familia cristiana, blanca y residente en EE. UU. Lindsey y Tim aceptaron todos los perfiles posibles, sin imaginar que serían seleccionados para un embrión tan antiguo. “No sabíamos ni que se congelaban embriones en aquella época”, comentó Lindsey.
El proceso no fue sencillo: implicó cinco viajes entre Ohio y Tennessee en solo dos semanas. Además, el descongelamiento fue particularmente delicado debido a las técnicas antiguas utilizadas en los años 90. La embrióloga Sarah Atkinson explicó que se tomaron precauciones adicionales para garantizar la viabilidad del embrión.
Finalmente, uno de los dos embriones transferidos al útero de Lindsey prosperó. El nacimiento de Thaddeus fue un momento de gran emoción tanto para sus padres como para la donante. Archerd, al ver fotos del recién nacido, reconoció inmediatamente rasgos de su propia hija y afirmó sin dudar: “Son hermanos”.
Lindsey expresó su alegría y alivio tras años de intentos fallidos: “Tuvimos un parto difícil, pero ahora estamos bien. Él es tan tranquilo. Estamos en shock con este bebé precioso”.
Esta historia no solo destaca los avances de la medicina reproductiva, sino también el poder de la esperanza y la conexión humana más allá del tiempo y la biología.