Antônio Furtado, natural de Magé (Río de Janeiro), ha alcanzado a los 45 años un sueño que llevaba guardado desde la adolescencia: convertirse en abogado. Su historia es un ejemplo de perseverancia y superación. Criado solo por su madre, quien trabajaba como cuidadora de niños con síndrome de Down, Antônio desarrolló desde joven el deseo de defender los derechos de las personas vulnerables a través del Derecho.
Durante casi dos décadas, su sueño estuvo en pausa. A los 25 años, viajó en autobús durante tres días para conocer a su padre en Fortaleza, ciudad que lo conquistó por completo. A los 35, decidió mudarse allí en busca de nuevas oportunidades. Sin empleo fijo, enfrentó dificultades económicas y problemas de ansiedad, hasta que un psicólogo le recomendó retomar los estudios. Fue entonces cuando se matriculó en una universidad privada de Derecho.
Para costear las mensualidades —que en Brasil pueden oscilar entre 150 y 300 euros mensuales—, trabajó como ayudante de albañil y, posteriormente, vendiendo agua en el centro de Fortaleza. La jornada era extenuante: trabajo durante el día, clases por la noche y estudios los fines de semana, con apenas tiempo para su esposa, Flávia.
Tras años de esfuerzo, Antônio logró graduarse y aprobar el examen de la OAB-CE (la colegiatura de abogados en el estado de Ceará), iniciando formalmente su carrera como abogado. Hoy trabaja en el área del derecho previsional, ayudando a personas a obtener pensiones y beneficios sociales. Su motivación principal es garantizar la dignidad de quienes más lo necesitan.
“Quiero seguir esta carrera ayudando a las personas, trabajar honestamente y dormir tranquilo sabiendo que logré la jubilación de una anciana o un beneficio para un niño que lo necesita”, afirma.
La historia de Antônio es un testimonio inspirador de cómo la educación, la resiliencia y la solidaridad pueden transformar vidas, incluso en contextos adversos.
