Alrededor del 10 % de la población nativa de las Islas Salomón, país de Oceanía, tiene la piel negra y el cabello naturalmente rubio. Esta característica, que desde hace años despierta la curiosidad de visitantes e investigadores, ha sido objeto de un estudio realizado por científicos de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, que ha revelado un origen genético distinto al observado en personas de origen europeo.
Hasta hace poco, se creía que el tono rubio del cabello de esta población podía ser el resultado de factores ambientales, como la exposición intensa al sol o una dieta rica en pescado. Otra hipótesis recurrente atribuía el fenómeno a la posible herencia genética de los navegantes europeos que habrían pasado por los archipiélagos. Sin embargo, los análisis descartaron estas posibilidades.
Según el estudio, la explicación se encuentra en una mutación del gen TYRP1, presente en los nativos de las Islas Salomón, pero ausente en los europeos. El descubrimiento sorprendió a los investigadores, ya que se trata de un caso de manifestación genética independiente. “La característica humana del cabello rubio surgió de forma autónoma en la Oceanía ecuatorial. Esto es inesperado y fascinante”, afirmó el genetista Eimear Kenny, autor principal del estudio.
La investigación se llevó a cabo después de que los científicos se ganaran la confianza de un líder local y recogieran muestras de ADN de unas mil personas. También se registraron datos como el color de los ojos y el cabello, la presión arterial, la altura y el peso. El análisis de laboratorio incluyó a 43 personas con cabello rubio y 42 con cabello oscuro.
“En una semana ya teníamos el resultado inicial. La flecha apuntaba con tanta claridad a un solo gen que era como si se pudiera colgar un sombrero en él. Esto rara vez ocurre en la ciencia”, explicó Kenny.
El estudio refuerza la importancia de ampliar las investigaciones genéticas a poblaciones fuera del eje europeo. “La mayoría de los estudios sobre genética humana sólo incluyen participantes de origen europeo, por lo que podemos tener una visión muy sesgada de qué genes y mutaciones influyen en los rasgos que investigamos”, afirmó el profesor Carlos Bustamante, coautor del estudio.