El reencuentro entre Cristiane Duarte da Silva, de 41 años, y Vitória Duarte Machado, de 21, tuvo lugar en un refugio para personas sin hogar en Campinas (São Paulo, Brasil), pero podría ser el guión de una película. Ambas compartieron rutinas, conversaciones y comidas durante dos meses en el mismo lugar sin imaginar que tenían lazos de sangre: son madre e hija, separadas desde hace dos décadas.
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La revelación sólo se produjo después de que un reportaje televisivo mostrara a Cristiane graduándose en cursos de formación profesional ofrecidos por una ONG. Al ver el reportaje, un familiar de Vitória reconoció a la mujer en las imágenes y se puso en contacto con ella. La confirmación llegó a través de una foto enviada al tío.
“Mi tío dijo que la había visto en la televisión. Entonces me envió una foto, un vídeo y me dijo que la buscara por aquí, que estaba aquí. Entonces dije: ‘Está en el mismo lugar que yo’, y fui a buscarla. Cuando la descubrí, salí gritando que había encontrado a mi madre”, contó Vitória a G1.
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Cristiane, que vive en la calle desde joven, se enfrentó al abandono, la violencia y la invisibilidad. Aunque no tenía contacto con ellos, siempre pensaba en los hijos que había dejado atrás.”La buscaba, le enviaba cartas, pero nunca recibía respuesta. Todas las noches te acuestas… No sabes si ha comido, no sabes si está bien, no sabes si quien la cuida la maltrata, ¿sabes?”, se desahogó. La ausencia de respuestas a las cartas y la falta de información mantuvieron el silencio durante todos estos años.
Cristiane lleva 20 años acudiendo al refugio de la ONG, y Vitória llegó hace dos meses. Aunque no sabía nada de la relación familiar, la madre ya había percibido algunas señales. “Llegué a comentarle a una amiga mía: ‘Mi hija también tenía la misma cirugía que tiene esta niña en la boca’”. Fui a buscar la ficha del desayuno y ella me dijo, con el documento de identidad en la mano: “¿Sabías que mi madre tiene el mismo nombre que la tuya?”. Entonces, cuando supe que era su madre, fue un shock para mí… saber que estaba hablando con mi propia hija”, reveló.
El descubrimiento sorprendió incluso a los profesionales del lugar. “Fue un momento único, algo que nunca habíamos visto en todos estos años de trabajo con la población sin hogar”, contó la coordinadora del espacio.
Hoy, madre e hija intentan reconstruir su relación y sueñan con dejar las calles. Cristiane, ahora graduada en pastelería, electricidad e informática, dice que quiere trabajar y reencontrarse con sus otros dos hijos. “Son Fernanda y Juliano, mis dos hijos. Espero ver también a toda la familia. Le decía a Dios: ‘Antes de morir tengo que ver a mis hijos’, porque si no, no voy a estar tranquila, gracias a Dios”, declaró.