
Nicolás Maduro saluda con sombrero de paja durante un acto público en Caracas (Foto: Instagram)
Bajo el mandato de Donald Trump, Estados Unidos ha elevado drásticamente su presencia militar en el Caribe con la aparente intención de forzar la caída de Nicolás Maduro y acabar con el régimen chavista. A finales de julio, la Casa Blanca ofreció recompensas de hasta 47 millones de euros (50 millones de dólares) por datos que conduzcan a la detención de Maduro, a quien Trump califica de “jefe del Cartel de Los Soles”. La flota estadounidense, encabezada por el portaaviones USS Gerald R. Ford, cuenta además con destructores, un submarino nuclear y cazas de última generación destinados supuestamente a combatir el “narcoterrorismo”.
Expertos consultados alertan sobre una posible intervención directa, la primera de EEUU en Sudamérica, y advierten de que, aunque Maduro podría ser capturado, depuesto o incluso fallecer en un ataque, el entramado institucional del chavismo —que controla las Fuerzas Armadas, el Poder Judicial y otros organismos— tardará años en colapsar. En respuesta, Caracas declaró el estado de excepción y movilizó más de 200 000 efectivos terrestres, navales y milicias, pese a contar con armamento obsoleto y problemas de repuestos por la crisis económica.
Rusia y China respaldan al gobierno de Maduro con suministros militares y ayudas financieras, y la población venezolana se muestra dispuesta a defender el territorio. En el plano regional, una intervención estadounidense podría agravar la crisis migratoria en Brasil —148 000 venezolanos han llegado este año— y desestabilizar Sudamérica, aunque algunos analistas ven en Brasil una eventual mediación diplomática entre Washington y Caracas.


