La aquamación, también conocida como hidrólisis alcalina o “cremación en agua”, se está posicionando como una alternativa moderna, ecológica y menos agresiva frente a los métodos funerarios tradicionales. En lugar de utilizar llamas intensas como en la cremación convencional, este proceso descompone químicamente el cuerpo mediante agua mezclada con sustancias alcalinas, calor y presión. El resultado es una solución líquida biodegradable y restos óseos que posteriormente se secan, trituran y entregan a la familia en forma de “cenizas”.
Desde el punto de vista medioambiental, los defensores de la aquamación destacan su bajo consumo energético, la ausencia de emisiones tóxicas y el impacto ambiental significativamente menor en comparación con la cremación por fuego o el entierro tradicional. Esta técnica ya es legal en varios lugares, especialmente en Estados Unidos, aunque no todos los crematorios están equipados para llevarla a cabo.
Para muchas familias con conciencia ecológica o que buscan una despedida más suave y natural, la aquamación representa un cambio de paradigma: un funeral sin fuego, sin contaminación y con una apariencia más respetuosa con el entorno. Sin embargo, como todo avance que desafía tradiciones profundamente arraigadas, esta práctica también genera debates éticos, religiosos y culturales sobre el respeto al cuerpo y los rituales fúnebres.
A pesar de las controversias, la aquamación continúa ganando terreno como símbolo de una transformación en la forma en que la sociedad contemporánea se relaciona con la muerte y el medio ambiente. En un contexto global cada vez más consciente del cambio climático y la sostenibilidad, esta opción funeraria se perfila como una respuesta innovadora a los desafíos del siglo XXI.


