
Soldado brasileño durante ejercicio militar en el marco del plan de modernización de las Fuerzas Armadas. (Foto: Instagram)
El gobierno brasileño ha intensificado sus esfuerzos para modernizar sus Fuerzas Armadas en un contexto de creciente tensión militar en América Latina y el Caribe. Entre las acciones más destacadas se encuentra el primer vuelo en territorio brasileño del caza sueco F-39 Gripen, parte de un lote de 36 aeronaves adquiridas en 2014, de las cuales ya se han entregado diez.
Además, la Fuerza Aérea Brasileña ha adaptado los aviones A-29 Super Tucano para misiones contra drones, tecnología que ha cobrado relevancia en conflictos como los de Ucrania y Rusia, y Armenia y Azerbaiyán. En paralelo, la Marina lanzará el cuarto submarino del Programa de Desarrollo de Submarinos (Prosub), el Almirante Karam (S43), y exhibirá el armamento del Tonelero (S42). El plan contempla la construcción de cinco submarinos, incluyendo uno de propulsión nuclear previsto para 2033.
Estos movimientos ocurren mientras Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, ha intensificado su presencia militar en el Caribe desde agosto, con el despliegue de cazas F-35, buques de guerra y el portaaviones USS Gerald R. Ford. La operación "Lanza del Sur", lanzada recientemente por el Pentágono, busca combatir el narcotráfico, aunque ha generado sospechas internacionales, especialmente por su enfoque en Venezuela y su presidente, Nicolás Maduro, acusado por Washington de liderar una organización terrorista.
En respuesta a un llamado de auxilio del ministro de Defensa, José Múcio, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva aprobó un plan de inversión de 30.000 millones de reales (aproximadamente 5.400 millones de euros) para los próximos seis años, con hasta 540 millones de euros previstos para 2025. Los fondos se destinarán a proyectos como Sisfron y Prosub.
Asimismo, se ha iniciado el debate sobre la creación de una empresa nacional para el desarrollo del Ejército, llamada Endeforte. En el plano político, también se discute la posibilidad de revisar la política sobre armas nucleares, prohibidas por la Constitución, en un intento de posicionar a Brasil como una potencia con “soberanía nuclear”.


