En uno de los episodios más perturbadores de la era digital, Jacqueline Ades, una mujer del estado de Arizona (EE.UU.), fue arrestada tras enviar aproximadamente 159.000 mensajes a un hombre con quien había tenido una única cita. El caso, que rápidamente se volvió viral a nivel mundial, ha sido calificado por expertos como un ejemplo extremo de obsesión y acoso digital.
Ades conoció a la víctima mediante una aplicación de citas. Lo que debía ser una interacción casual se transformó rápidamente en una espiral de ilusión, acoso y comportamientos peligrosos. A partir del encuentro, la mujer comenzó a enviar cientos de mensajes diarios, que evolucionaron desde declaraciones obsesivas de amor hasta amenazas inquietantes.
Las comunicaciones no solo eran extensas, sino también constantes. Muchas de ellas contenían frases perturbadoras, evidenciando una fijación creciente. La situación alcanzó un punto crítico en 2018, cuando la víctima, que se encontraba de viaje, descubrió que Ades había irrumpido en su casa. Al ser detenida por la policía, la mujer afirmó que creía que ambos estaban “destinados a estar juntos”, dejando claro su desconexión con la realidad.
Este caso ha generado un amplio debate sobre la seguridad digital, los límites emocionales en las aplicaciones de citas y la importancia de identificar señales de advertencia tempranas. Expertos en comportamiento digital advierten que, aunque extremo, este tipo de situaciones pueden surgir en un contexto de hiperconectividad y falta de límites emocionales.
Actualmente, Jacqueline Ades es considerada un caso de estudio en temas de obsesión digital y acoso moderno. Su historia sigue circulando en redes sociales como un recordatorio de los peligros que pueden surgir cuando se traspasa la línea entre el interés romántico y la obsesión patológica.


