Michael, un joven estadounidense de 26 años, ha visto su vida cambiar radicalmente tras ser diagnosticado con un glioma difuso de línea media en el tronco encefálico, un tipo de cáncer cerebral extremadamente raro, agresivo e inoperable. Todo comenzó con síntomas sutiles durante un viaje familiar a Minneapolis, Estados Unidos, a principios de febrero. Tras un día lleno de actividades, Michael comenzó a experimentar un fuerte malestar nocturno.
Los síntomas iniciales incluían náuseas intensas al despertar, vértigos al acostarse y una sensación de desequilibrio constante, como si todo girara a su alrededor. A medida que pasaban los días, el malestar empeoró hasta obligarle a ausentarse del trabajo durante una semana. Más adelante, su rostro comenzó a mostrar signos de debilidad en el lado derecho, impidiéndole sonreír o parpadear correctamente.
Una resonancia magnética confirmó sus peores temores: un tumor ubicado en una zona crítica del cerebro. Michael recuerda el momento del diagnóstico como devastador. Acompañado por su esposa Becca y su mejor amigo Kevin, abandonó el hospital y fue a una iglesia cercana, donde no pudo contener las lágrimas.
En su búsqueda de respuestas, acudió a un otorrinolaringólogo en Dakota del Sur, quien detectó nistagmo ocular —movimientos involuntarios de los ojos— y le recomendó hacerse una resonancia. Sin embargo, el examen no se realizó hasta casi abril, algo que Michael lamenta profundamente.
Actualmente, participa en un estudio clínico que emplea ciclos cortos de radioterapia para intentar frenar el avance del tumor. Con el apoyo de su familia y amigos, enfrenta con valentía una de las etapas más difíciles de su vida.
