Sidney Holmes, un ciudadano estadounidense de 57 años, fue liberado tras pasar 34 años en prisión por un crimen que no cometió. Condenado en 1989 a 400 años de cárcel por presuntamente haber sido el conductor de fuga en un robo a mano armada en 1988, Holmes fue víctima de una identificación errónea y de una investigación deficiente. No existían pruebas físicas que lo vincularan al delito, y la acusación se basó únicamente en la similitud de su coche con el utilizado por los verdaderos autores.
En 2020, el Innocence Project of Florida solicitó la revisión del caso, lo que llevó a la intervención de la Unidad de Revisión de Condenas (CRU). Esta concluyó que no había evidencia fiable contra Holmes. Cinco de seis expertos independientes recomendaron la anulación inmediata de la sentencia.
Durante su encarcelamiento, Holmes no perdió la esperanza. Se formó en cocina, informática y teología, además de obtener un título de asociado. Al salir de prisión, expresó su emoción por reencontrarse con su madre y agradeció a quienes lucharon por su liberación. “Nunca perdí la esperanza y siempre supe que este día llegaría”, declaró.
Como reparación parcial, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, aprobó una indemnización de 1,6 millones de euros. A pesar de ello, Holmes subrayó que ninguna cantidad podrá devolverle los años perdidos, ni compensar la pérdida de su padre durante su encarcelamiento.
Además de la compensación económica, Holmes recibirá apoyo del OIC of South Florida, una organización que ayuda a exconvictos a reintegrarse en la sociedad mediante formación y programas de empleo.
El caso de Holmes pone en evidencia las deficiencias del sistema judicial estadounidense, incluso bajo la administración del presidente Donald Trump, y resalta la importancia de organizaciones como el Innocence Project para corregir errores judiciales históricos.