El 24 de agosto de 2017, Jeremy Evans, supervisor de mantenimiento, vivió una experiencia aterradora mientras cazaba en los bosques de Alberta, Canadá. Armado con spray de pimienta y un arma, se topó con una cría de oso pardo, lo que indicaba que su madre no debía estar lejos. En cuestión de segundos, una osa adulta lo atacó con extrema violencia.
En un intento desesperado por defenderse, Jeremy arrojó su bicicleta contra el animal, pero resultó gravemente herido en la mano. Intentó escapar trepando a un árbol, pero la osa lo alcanzó y lo arrastró de nuevo. Las heridas fueron devastadoras: su rostro quedó desfigurado, su ojo izquierdo se salió de la órbita ocular y su mandíbula quedó expuesta.
A pesar de las lesiones graves y la visión limitada, Jeremy logró arrastrarse por el bosque, encontrando incluso fragmentos de su propio rostro en el camino. Convencido de que no sobreviviría, utilizó su teléfono móvil para escribir mensajes de despedida dirigidos a su esposa, pidiendo que si alguien encontraba el dispositivo, supiera que él había luchado por vivir.
Contra todo pronóstico, Jeremy fue rescatado con vida. La recuperación fue larga y dolorosa, incluyendo cinco cirugías mayores y quince procedimientos menores. Además de las secuelas físicas, desarrolló Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), y se sometió a años de terapia psicológica para superar el trauma.
La historia de Jeremy Evans es un testimonio impactante de supervivencia, coraje y resistencia ante una situación límite. Su caso ha generado admiración y reflexión sobre los peligros de la vida silvestre y la fortaleza del espíritu humano.