Trump y Lula estrechan manos tras avanzar hacia la reducción de aranceles entre EE UU y Brasil (Foto: Instagram)
En 2025, el presidente Donald Trump impuso aranceles de hasta el 50 % sobre decenas de productos brasileños —carne de vacuno, café, frutas, acero, aluminio y minerales— en una medida que combinó argumentos comerciales y sanciones políticas por el caso Bolsonaro y presiones sobre el Supremo Tribunal Federal. Según expertos como Hugo Garbe (Mackenzie), el golpe tarifario provocó de inmediato caídas en las exportaciones, márgenes más reducidos y plantas ociosas; a medio plazo, Brasil reorientó ventas hacia otros mercados, vio caer precios y afrontó mayores costes de financiación por la incertidumbre regulatoria.
Mónica Araújo (InvestSmart XP) subraya que incluso economías con baja apertura, como la brasileña, sufrieron el impacto de aranceles justificados por motivos políticos. En respuesta a la presión interna de los consumidores y al declive en su popularidad, la Casa Blanca anunció en noviembre una orden ejecutiva que eliminó gravámenes extraordinarios para productos agrícolas brasileños (carne, café, frutas, fertilizantes), dejando solo el arancel general del 10 %. Esta flexibilización parcial siguió a una llamada entre Lula y Trump en octubre, que abrió un cauce diplomático.
Durante las negociaciones, Brasil presentó una “propuesta general” para ampliar la exención a la industria, mientras ambos gobiernos ampliaron la agenda a comercio, seguridad y estabilidad regional. Para 2026 se esperan nuevas rondas de diálogo con Estados Unidos, con la meta de resolver el conflicto en el primer semestre. Paralelamente, Lula planea viajes a India, Alemania, Francia y la cumbre del G20 en EE. UU. La experiencia muestra que Washington emplea los aranceles como herramienta de presión y que una respuesta coordinada puede lograr concesiones, aunque mantiene la incertidumbre sobre futuras tácticas comerciales.
