Roque Iglesias nació en València en condiciones médicas extremadamente críticas. Durante el parto sufrió una hemorragia cerebral y una grave falta de oxígeno, lo que derivó en ceguera inicial y una severa parálisis cerebral. Los médicos fueron contundentes en su diagnóstico: esperaban secuelas permanentes y un futuro muy limitado para el bebé.
En sus primeros años de vida, la situación parecía confirmar los peores pronósticos. Roque apenas podía ver sombras, tenía grandes dificultades motoras y se sometió a numerosas cirugías, viviendo una infancia marcada por una intensa rutina médica. Las expectativas eran mínimas: no se creía posible que desarrollara capacidades cognitivas o físicas significativas.
Sin embargo, contra todo pronóstico, Roque comenzó a mostrar señales de recuperación. Gracias a tratamientos constantes, rehabilitación y el apoyo incondicional de su familia y especialistas, recuperó parcialmente la visión, mejoró su movilidad y fue superando limitaciones que muchos consideraban insalvables.
La mayor sorpresa llegó con el tiempo: hoy, Roque posee un coeficiente intelectual de 131, lo que lo sitúa oficialmente en el rango de superdotación. Los expertos que lo han acompañado destacan que su caso desafía los paradigmas médicos tradicionales y demuestra que el cerebro humano, incluso gravemente dañado, puede sorprender cuando se le brinda el estímulo, la persistencia y el cuidado adecuados.
Actualmente, Roque no solo es un ejemplo de superación personal, sino también un símbolo de esperanza e inspiración para miles de personas. Ha creado su propia “marca de vida” en redes sociales, donde comparte su historia, ofrece charlas motivacionales y transmite un mensaje poderoso: los límites pueden superarse con fe, lucha y apoyo. Su vida es la prueba de que lo “imposible” muchas veces solo necesita una nueva perspectiva.


