Beverley Brodsky, criada en una familia judía conservadora en Filadelfia, abandonó su fe en la adolescencia tras conocer los horrores del Holocausto. A los 20 años, en 1970, su vida dio un giro radical cuando sufrió un grave accidente de motocicleta en Los Ángeles, cerca de Sunset Boulevard. Con fracturas en el cráneo y lesiones faciales, pasó dos semanas hospitalizada.
Durante su internamiento, asegura haber vivido una experiencia espiritual profunda. Relató que su conciencia se separó de su cuerpo y flotó sobre la camilla. En ese estado, afirma haber sido guiada por un ser de luz, que describió como un ángel, a través de un corredor oscuro. Al final del trayecto, encontró una presencia luminosa e indefinida que irradiaba amor, compasión y sabiduría. Beverley identificó esa luz como Dios, describiendo el momento como un reconocimiento inmediato y total.
La comunicación, según cuenta, no fue verbal, sino mediante una comprensión directa y profunda. En ese encuentro, recibió respuestas a preguntas existenciales y adquirió un conocimiento íntimo sobre sí misma y el universo. Aunque la experiencia duró apenas unos segundos en tiempo físico, su impacto fue permanente.
Tras recuperarse, Beverley abandonó el ateísmo y adoptó el cristianismo. Desde entonces, ha compartido públicamente su vivencia, considerándola el episodio más importante de su vida. Su testimonio se ha convertido en un símbolo de transformación espiritual tras una experiencia cercana a la muerte.


