Un trágico suceso ocurrido en Ohio, Estados Unidos, ha conmocionado a la opinión pública internacional. Nicholas Stemen fue condenado a entre 22 y 27 años y medio de prisión tras ser hallado culpable de abandonar a su hija Lillyanna, de tan solo dos años, en un coche que acabó envuelto en llamas.
La investigación reveló una cadena de decisiones irresponsables por parte del padre. La noche anterior al incidente, Stemen consumió alrededor de doce cervezas. A pesar de su estado de embriaguez, decidió conducir de madrugada con su hija en el vehículo. Según el informe policial, su conducción era errática y peligrosa.
Poco después, el coche se detuvo en el arcén. Las autoridades creen que un sobrecalentamiento del motor pudo haber provocado el incendio. Cuando los servicios de emergencia llegaron, encontraron a Stemen fuera del coche, tambaleándose y con fuerte olor a alcohol. Negó que hubiese alguien dentro del vehículo, pero una bombera decidió inspeccionar el interior y descubrió el cuerpo sin vida de la niña, aún sujeta a su silla infantil.
Durante el juicio, Stemen alegó no recordar lo sucedido, afirmando haber sufrido un “apagón”. Sin embargo, las pruebas y testimonios fueron contundentes. La omisión de auxilio y el intento de engañar a los socorristas resultaron determinantes en la sentencia.
En la audiencia final, se leyó una carta de la madre de Lillyanna, expresando su dolor y rabia por la pérdida de su hija. El juez consideró la negligencia extrema, el consumo excesivo de alcohol y la falta de acción como agravantes, dictando una condena ejemplar.
Este caso ha generado un intenso debate en Estados Unidos sobre la responsabilidad parental y el consumo de alcohol. La condena, que podría extenderse hasta más de 27 años, equivale a aproximadamente entre 20.500 y 25.500 euros de costes judiciales y penitenciarios por parte del Estado, según estimaciones locales.


