Caleb Halvorson, un joven bombero texano de 26 años, vivió semanas de angustia tras resultar gravemente herido durante un incendio mientras su hijo recién nacido luchaba por sobrevivir en la unidad de cuidados intensivos neonatales. El bebé, Hudson, nació prematuramente con solo 27 semanas de gestación y 700 gramos de peso, permaneciendo más de tres meses hospitalizado.
Durante una intervención en septiembre, la estructura de una cochera se derrumbó sobre Caleb, causándole quemaduras y fracturas. Atrapado bajo los escombros, temió por su vida. “No pensé que moriría por falta de aire, sino por el calor. Sentía una viga presionando mi pecho y cuello, sin poder moverme”, relató. Al ser rescatado, suplicó a los socorristas que avisaran a su esposa: “Tengo un hijo en la UCI. Por favor, no me dejéis morir”.
Su esposa Hayley, que se dirigía al hospital para ver a Hudson, recibió la noticia del accidente y acompañó a Caleb durante los 34 días que estuvo ingresado en una unidad de quemados. La joven madre dividía su tiempo entre dos hospitales separados por más de 60 kilómetros, sintiéndose culpable por no poder estar con ambos a la vez.
El 6 de octubre, Caleb fue dado de alta, y cuatro días después, también lo fue Hudson. Aunque Caleb aún debe someterse a más cirugías, espera poder volver a su labor cuando esté completamente recuperado. “Voy a poder ver crecer a mi hijo, verlo dar sus primeros pasos y no perderme ningún momento”, afirmó emocionado.
La comunidad y compañeros de profesión se volcaron con la familia, organizando una campaña solidaria que recaudó cerca de 170.000 dólares (aproximadamente 158.000 euros) para cubrir los gastos médicos. Ahora, la familia se prepara para celebrar su primera Navidad juntos en casa. “Solo quiero llegar a Navidad con Caleb recuperado y poder descansar con nuestro bebé”, expresó Hayley con esperanza.


                            
                            
                            
                            
                            
                            