La esteticista brasileña Izabel Waiandt, residente en Guimarães (Portugal), vivió una experiencia angustiante al salvar la vida de su hijo de 1 año y 10 meses, Erick, al no conformarse con un diagnóstico médico inicial que indicaba una simple virosis. Tras una fiebre alta de 41 °C y una convulsión, el niño fue llevado al hospital, donde fue examinado y dado de alta sin mayores preocupaciones por parte de los médicos.
Sin embargo, Izabel, impulsada por su instinto materno, notó que su hijo seguía apático y con el comportamiento alterado. Decidió regresar al hospital pocas horas después. A su llegada, Erick sufrió otra convulsión, lo que llevó a los médicos a realizar una punción lumbar. Tras cuatro intentos, se confirmó un diagnóstico grave: meningitis bacteriana.
A pesar de estar vacunado, el estado del niño se deterioró rápidamente, presentando fallos en los sistemas urinario y digestivo. Los médicos incluso consideraron la posibilidad de una cirugía para colocarle una bolsa de colostomía. No obstante, tras tres días de tratamiento intensivo con antibióticos, Erick comenzó a mostrar signos de recuperación: volvió a evacuar y a orinar, y la fiebre comenzó a disminuir. Después de ocho días de hospitalización, el pequeño se recuperó completamente.
La médica a cargo del caso expresó su asombro ante la recuperación de Erick sin secuelas, dado el nivel de infección. Izabel, por su parte, subrayó la importancia de confiar en el propio instinto y no aceptar siempre el primer diagnóstico médico. Su historia se ha convertido en un poderoso recordatorio del papel crucial que puede desempeñar la intuición de una madre en situaciones críticas de salud.