Leecy Fink, una ciudadana estadounidense, fue diagnosticada en 2011 con cáncer de mama triple negativo, uno de los tipos más agresivos de la enfermedad. A pesar de un pronóstico inicial poco alentador, con menos del 50% de posibilidades de cura según su oncólogo, Dwight Oldham, Leecy afirma haberse curado tras años de tratamientos médicos intensivos y el apoyo espiritual de su comunidad.
Tras someterse a quimioterapia, una mastectomía doble y radioterapia, en 2013 recibió la noticia de estar libre de cáncer. Sin embargo, meses después, sufrió una convulsión y descubrió que el cáncer se había extendido al cerebro y a los pulmones. En ese momento, los pronósticos eran especialmente sombríos, con una expectativa de vida de entre tres y seis meses.
Durante esta etapa crítica, la fe jugó un papel central en su lucha. Leecy recibió apoyo espiritual de misioneros y comunidades religiosas, incluyendo oraciones de niños en la India. A pesar de los efectos secundarios severos del tratamiento y múltiples complicaciones clínicas, continuó luchando con determinación.
Seis meses después de su recaída, los exámenes médicos revelaron que no había evidencia de enfermedad activa en su cuerpo. Su oncólogo confirmó que estaba curada, un desenlace que calificó de estadísticamente improbable. Su marido, Gary, expresó su gratitud por haber podido ver a Leecy superar la enfermedad y compartir momentos familiares importantes, como el nacimiento de sus nietos.
Actualmente, Leecy participa en consejos de investigación sobre el cáncer en Estados Unidos y comparte su historia como un ejemplo de esperanza. Ella misma afirma sentirse como un milagro viviente, y desea inspirar a otros con su experiencia, celebrando su recuperación como una victoria tanto física como espiritual.