Danella Gallegos, una mujer hospitalizada en Albuquerque (Nuevo México), estuvo a punto de tener sus órganos extraídos mientras aún mostraba signos de vida. El incidente ocurrió en 2022 en el Presbyterian Hospital, donde fue ingresada en coma tras una emergencia médica. Ante un pronóstico desalentador, su familia autorizó la donación de órganos en colaboración con el servicio New Mexico Donor Services.
Días antes de la intervención, familiares notaron lágrimas en sus ojos y pequeños movimientos en sus manos, aunque los coordinadores de la donación lo atribuyeron a reflejos involuntarios. Sin embargo, durante la cirugía, los médicos observaron que Danella parpadeaba en respuesta a comandos, lo que llevó a la cancelación inmediata del procedimiento y a su retirada del quirófano.
Un reportaje del New York Times reveló que hubo presión por parte de los coordinadores para continuar con la extracción, incluso sugiriendo la aplicación de morfina. Afortunadamente, el equipo médico priorizó los signos de conciencia de la paciente y detuvo la operación, decisión que resultó crucial para su supervivencia.
Danella logró recuperarse completamente y expresó sentirse muy afortunada. Aunque no recuerda detalles del coma, sí conserva una sensación de miedo relacionada con el episodio. “Es una locura pensar lo diferente que pudo haber terminado todo”, declaró.
El New Mexico Donor Services negó haber influido en las decisiones clínicas, mientras que el hospital afirmó que la responsabilidad del proceso recaía sobre dicha entidad y anunció una investigación interna. Una enfermera del centro describió el enfoque del equipo de donación como “agresivo y repugnante”, criticando la presión ejercida para obtener órganos.
Este caso ha reavivado el debate sobre los protocolos de donación y la necesidad de mayor cautela en la certificación de muerte cerebral. Aunque no se han reportado consecuencias legales, el incidente plantea preguntas éticas y médicas sobre cómo se gestionan estos procedimientos en situaciones críticas.
