Jonathan Buckelew, un joven de 34 años del estado de Georgia (EE. UU.), sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) durante una sesión de quiropraxia en octubre de 2015. La situación empeoró debido a una cadena de negligencias médicas en el hospital North Fulton, donde no se identificó ni trató adecuadamente el ictus. Como consecuencia, Jonathan desarrolló el síndrome del encarcelamiento, quedando completamente paralizado, aunque consciente.
El caso ha generado gran repercusión mediática y judicial. En marzo de 2024, el Tribunal de Apelaciones de Georgia ratificó una sentencia que obliga al hospital y a los médicos implicados a pagar una indemnización de 75 millones de dólares (aproximadamente 69,6 millones de euros). De esta cantidad, 29 millones de dólares (unos 26,9 millones de euros) se destinarán a cubrir gastos médicos a largo plazo, y el resto compensará el dolor y sufrimiento de la víctima.
El jurado encontró culpables por negligencia a los doctores Matthew Womack y James Waldschmidt. Womack deberá pagar 40 millones de dólares (unos 37,1 millones de euros). Según el abogado de la familia, Lloyd Bell, el daño era completamente evitable si se hubiesen seguido los protocolos médicos adecuados tras la aparición de síntomas claros de ACV.
Actualmente, Jonathan solo puede comunicarse mediante movimientos oculares y un teclado adaptado que opera con la nariz. Vive bajo los cuidados constantes de sus padres, quienes han transformado su hogar en un espacio adaptado. Su padre, Jack, expresó que, aunque existe una sentencia judicial, la familia no siente que se haya hecho verdadera justicia, dado que Jonathan ha perdido toda su calidad de vida.
El caso ha reabierto el debate sobre la seguridad de ciertos procedimientos alternativos como la quiropraxia, especialmente cuando no se cuenta con supervisión médica adecuada.