Timothy Treadwell, un apasionado defensor de la vida salvaje, pasó trece veranos consecutivos acampando entre osos pardos en el Parque Nacional de Katmai, en Alaska. Sin formación científica ni entrenamiento profesional, Treadwell documentaba en vídeo sus interacciones con los animales, a los que daba nombres y trataba como si fueran amigos cercanos. A pesar de las advertencias de expertos y autoridades, creía firmemente que su amor por los osos le protegería.
En octubre de 2003, Treadwell y su pareja, Amie Huguenard, fueron brutalmente atacados por un oso en la remota bahía de Kaflia, justo antes de abandonar el lugar. El trágico suceso quedó parcialmente registrado en una angustiosa grabación de audio. Aunque la cámara fue encendida, tenía la tapa del objetivo puesta, por lo que solo se captó el sonido.
Durante seis minutos, la cinta recoge gritos desesperados, intentos de defensa con una sartén y las súplicas de Amie para que Timothy fingiera estar muerto. La grabación termina abruptamente. El piloto que debía recogerlos encontró un oso agresivo sobre restos humanos, el cual fue abatido poco después.
La existencia de esta grabación ha generado un intenso debate. Jewel Palovak, exnovia de Treadwell y responsable de sus archivos, prohibió expresamente el uso del audio en cualquier producción. Solo el director Werner Herzog, autor del documental Grizzly Man (2005), ha tenido acceso a la cinta. Tras escucharla, declaró que su contenido jamás debería ser divulgado.
La grabación permanece bajo llave, protegida por cláusulas legales que impiden su difusión. La historia de Treadwell sirve como advertencia sobre los peligros de idealizar la naturaleza salvaje y sobrepasar los límites entre humanos y depredadores. El misterio que rodea la cinta no escuchada solo alimenta el morbo y la fascinación en torno a esta tragedia real.