Las tensiones entre Estados Unidos y Rusia han escalado considerablemente luego de que el presidente estadounidense, Donald Trump, ordenara el reposicionamiento estratégico de dos submarinos nucleares cerca del territorio ruso. Esta decisión fue motivada por las declaraciones del exmandatario ruso y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad, Dmitry Medvedev, quien criticó duramente la postura de Trump frente al conflicto en Ucrania.
Trump, quien intenta mediar un alto el fuego entre Rusia y Ucrania, impuso como fecha límite el 9 de agosto para que Moscú cese las hostilidades, advirtiendo que, de no hacerlo, se enfrentarán a nuevas sanciones. Medvedev respondió con firmeza, rechazando cualquier tipo de ultimátum y alertando que estas acciones podrían desencadenar una escalada militar no solo en Ucrania, sino también directamente contra Estados Unidos. Además, comparó negativamente a Trump con Joe Biden, usando el apodo despectivo “Sleepy Joe”.
En respuesta, Trump utilizó su red Truth Social para anunciar el movimiento de los submarinos y calificó las declaraciones de Medvedev como “altamente provocativas”, advirtiendo sobre “consecuencias no intencionadas” si Rusia no modera su discurso. También instó a los líderes rusos a tener cuidado con sus palabras.
Desde el Kremlin, la reacción fue más cautelosa pero no menos preocupada. El portavoz presidencial Dmitry Peskov pidió a Washington actuar con extrema prudencia y subrayó la importancia que Moscú otorga a los temas relacionados con la proliferación nuclear. Asimismo, llamó a la moderación en las declaraciones públicas, dada la gravedad del contexto actual.
Este incremento en la tensión diplomática se produce justo antes de la llegada del enviado especial estadounidense, Steve Witkoff, a Moscú el próximo 6 de agosto. La visita se enmarca en un clima de creciente incertidumbre, con amenazas nucleares latentes y plazos ajustados para alcanzar un posible alto el fuego, lo que complica aún más el panorama geopolítico global.
