Una conmovedora escena marcó el velatorio del Papa Francisco el miércoles 23 de abril en el Vaticano. En medio de un estricto protocolo ceremonial, se permitió a una monja de 81 años acercarse al féretro del pontífice, rompiendo las reglas tradicionales de la ceremonia fúnebre.
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Se trataba de Sor Geneviève Jeanningros, una de las amigas más íntimas del Papa. La monja, visiblemente emocionada, permaneció ante el féretro en silencio y rezando, presentando sus últimos respetos al hombre al que cariñosamente llamaba «enfant terrible», expresión francesa utilizada para describir a las personas intrépidas y poco convencionales.
El protocolo del velatorio vaticano sólo permite acercarse al féretro a cardenales, obispos y altos funcionarios. Sin embargo, Geneviève no sólo fue autorizada, sino que contó con la ayuda de uno de los guardias de seguridad del Vaticano, que le indicó dónde podía permanecer durante la despedida.
La amistad entre la monja y el Papa era pública. Ella le visitaba semanalmente, normalmente los miércoles. Esta estrecha relación bastó para que los responsables de la seguridad se dieran cuenta de que Francisco, si pudiera, aprobaría que ella estuviera a su lado en el momento final.
Geneviève Jeanningros nació en Francia y pertenece a la Fraternidad de las Hermanitas de Jesús, congregación fundada en 1939 e inspirada en los ideales de Charles de Foucauld, centrados en el amor, la sencillez y la vivencia del Evangelio con los pobres.
Conocida por su labor social, Geneviève trabaja con comunidades marginadas, especialmente la población LGBTQIAPN+, con especial atención a las mujeres transexuales de la región italiana del Lacio. Vive con sencillez, en una caravana en el barrio de Ostia, a las afueras de Roma.
El gesto de Geneviève fue visto como un símbolo de la humanidad y apertura de Francisco, que ha hecho de su pontificado un hito en la búsqueda de una Iglesia más inclusiva, humilde y cercana a los olvidados.