La muerte del Papa Francisco ha reavivado las esperanzas de tener el primer líder africano moderno de la Iglesia Católica, aunque persiste cierto escepticismo sobre las oportunidades de los cardenales del continente. En ninguna otra región del mundo la Iglesia Católica está creciendo más rápidamente que en África, donde los fieles representan actualmente el 20% de los católicos a nivel mundial.
El cónclave que elegirá al próximo pontífice está programado para principios de mayo, con 135 cardenales participantes de los cuales 18 son africanos. Entre los candidatos africanos destacados figuran el cardenal Peter Turkson de Ghana y el cardenal Fridolin Ambongo Besungu de la República Democrática del Congo, ambos considerados figuras prominentes dentro de la jerarquía católica.
Turkson, quien fue arzobispo de Cape Coast antes de trasladarse a Roma en 2009, es admirado por su humildad, compasión y compromiso con la paz, habiendo desempeñado un papel importante en la mediación durante las disputadas elecciones ghanesas de 2008. Por su parte, Ambongo Besungu dirige el Simposio de Conferencias Episcopales en África y Madagascar, siendo reconocido como una de las voces más destacadas del catolicismo africano, aunque mantuvo diferencias con Francisco al rechazar el decreto papal que permitía la bendición de parejas del mismo sexo.
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Para muchos africanos, la posibilidad de tener un papa que comprenda las realidades del continente resulta esperanzadora, especialmente considerando la tradicional perspectiva eurocéntrica de la Iglesia. Sin embargo, los expertos muestran escepticismo sobre las posibilidades reales de estos candidatos, señalando factores como la edad -Turkson tiene 76 años y podría considerarse demasiado mayor, mientras que Ambongo con 65 podría verse como demasiado joven- y la postura ante temas controvertidos como los abusos sexuales.
El arzobispo de Lagos, Alfred Adewale Martins, ha advertido a los fieles que no tengan demasiadas expectativas sobre el resultado del cónclave. No obstante, reconoce que el legado de Francisco, quien nombró cardenales de regiones distantes, abre la posibilidad de que cualquier persona de cualquier lugar pueda ascender en la jerarquía vaticana.